Por qué los elevadores dieron forma a las ciudades del siglo XXI
¿Cuáles dirías que son los avances tecnológicos que le dieron forma a la modernidad? El telégrafo y el teléfono, sin duda. También los trenes, las carreteras y el motor de combustión interna. Y ni qué decir de las máquinas que conforman las líneas de producción y del concreto y el acero del que están hechos nuestros edificios.
En medio de estos aparatos y tecnologías, se encuentra un dispositivo de suma importancia que permitió que las ciudades existan tal como las conocemos hoy en día: el elevador. Y aquí te contaremos por qué.
El primer gran cliente: las minas
Los diseños elegantes y modernos de los elevadores de hoy en día hacen que olvidemos que estos aparatos nacieron con un propósito totalmente utilitario, y para esto vamos a remontarnos al nacimiento de la revolución industrial.
En la Inglaterra del siglo XIX, el auge de las máquinas requería de una cantidad nunca antes vista de carbón y madera para mantener todo funcionando. Las minas y los aserraderos trabajaban a máxima capacidad y necesitaban mover enormes cantidades de materiales de arriba a abajo.
Estos primeros elevadores estaban operados por máquinas de vapor, y sólo fue cuestión de tiempo antes de que los dueños de las minas los usaran para transportar también personal a través de los enormes fosos.
Así, los primeros elevadores permitieron que la industria se moviera con una eficiencia nunca antes vista. Cuando los ingenieros ya habían creado modelos seguros y cómodos, estos aparatos dieron un salto hacia otros mercados.
Los elevadores como una novedad
Los primeros en adoptar estos novedosos aparatos fueron los burgueses, que los usaron para comunicar las dos o tres plantas de sus palacetes y mansiones. Sin embargo, tuvieron que pasar varias décadas antes de que los diseños se perfeccionaran y naciera el elevador eléctrico.
Para 1900, los primeros elevadores automáticos ya estaban disponibles y esto marcó el inicio de una serie de vertiginosos cambios en la arquitectura y el urbanismo que coincidieron con un periodo de crecimiento acelerado de las ciudades.
El boom de las ciudades en el siglo XX
Hasta entonces, casi ningún edificio superaba los siete niveles, pues nadie quería subir tantas escaleras para llegar a los pisos superiores. Además, en un edificio de departamentos típico, la parte inferior estaba reservada para las personas de clase acomodada, mientras que la parte superior era ocupada por los residentes más pobres.
La llegada de los elevadores puso esta estratificación social de cabeza, literalmente. Como ahora subir a cualquier nivel no requería ningún esfuerzo físico más que el de presionar un botón, los cuartuchos de los pisos altos se convirtieron en lujosos pent-houses, privilegiados por vistas fantásticas y reservados para las personas más acaudaladas.
A partir de este momento, las ciudades comenzaron a crecer en altura: cada vez se volvió más frecuente ver enormes edificios tanto de oficinas como de departamentos, capaces de alojar cientos de personas en un área relativamente pequeña.
Este crecimiento dio lugar a que los rascacielos dejaran de ser la excepción y se convirtieran en la norma. El límite de siete niveles quedó como cosa del pasado y los horizontes urbanos se perfilaron hacia la modernidad con la creciente abundancia de edificios altos, primero en Estados Unidos, luego en Europa y finalmente en Latinoamérica, Asia y África.
Las sorprendentes dimensiones del crecimiento
Durante los últimos cien años, la población de las ciudades más relevantes del mundo ha crecido y con ello ha moldeado el perfil urbano, pues la única manera de satisfacer la demanda de hogares y centros de trabajo es mediante edificios de gran altura.
Para entender qué tan dramático ha sido este crecimiento, veamos por ejemplo a la Ciudad de México: en 1900 su población apenas pasaba del medio millón de habitantes. 115 años después, ésta ya era cercana a los nueve millones de personas. Estamos hablando de que por cada persona en 1900, en 2015 había 18.
Gracias al acceso a los elevadores, fue posible concentrar a toda esta población en algunos polos de desarrollo, lo que a su vez provocó una gran demanda de transporte y vialidades. Esto dio paso a la construcción de viaductos, boulevares, calzadas, avenidas y toda la infraestructura vial que caracteriza a las ciudades modernas.
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